Y
tú compras tu pollo ¿con o sin arsénico?
7 de noviembre
Recuerdo
hace unos días estar viendo un documental sobre las diferencias entre la comida
orgánica y la producida comercialmente. Un ingeniero agrónomo enseñaba las
hortalizas que se sembraban en su empresa. Fuera de ensalzar el sabor o la
cantidad de nutrientes en los cultivos, el hombre se detenía en la estética de
los alimentos: que si los pimientos deberían ser perfectamente cúbicos, los
tomates redondos y brillantes, mientras que los a los pepinos se les exigía
rectitud. Discurso estético, comercial y vacío, que exalta la necesidad por el
consumo, dejando de lado el aspecto nutricional, que debería ser lo más
importante a la hora de hablar de comida. Pese a lo absurda que me resultó su
plática, la siguiente parte del video fue impactante: pollos en engorda que
apenas podían mover sus, cada vez más, diminutas patas, hacinados en
contenedores que se apilaban uno sobre otro. Una especie de ghetto aviar.
Hoy me entero que la FDA (Food and Drug
Administration) ha admitido que lo
alimentos dados a los pollos contienen arsénico, el cual se conserva en la
carne del animal y es consumido por humanos. Desde 2009 existían quejas acerca
de los componentes químicos en la marca del aditivo para alimento: Roxarsone,
producida por Alpharma LLC, subsidiaria de Pfizer ―sí, oyeron bien, la empresa
farmacéutica―; en 2011 se retira de los estantes Estadounidenses el producto,
aunque se seguirá comercializando en otros países (incluido el nuestro).
Posteriormente, se comienza a vender el nuevo aditivo, Nitarsone con una fórmula similar al del otro producto
caído en desgracia.
La FDA se vio presionada a investigar el producto
cuando, en 2011, un grupo de investigadores del Centro John Hopkins, en la
Escuela Bloomberg de Salud Pública, mostró en un estudio realizado que los
niveles de arsénico inorgánico eran cuatro veces más altos en los pollos
alimentados con los aditivos que contenían arsénico, a diferencia de los pollos
“orgánicos” que fueron criados sin agregados químicos.
Los productos con arsénico están diseñados para
hacer al animal crecer más de lo habitual, mejorar el color de la carne y
combatir parásitos. En el ser humano el arsénico, contenido en los alimentos,
está relacionado con enfermedades del corazón, cáncer, problemas de aprendizaje,
diabetes tipo 2 y embarazos riesgosos. Durante años, y aunque algunos productos
se retiraron de la venta en EE.UU, la FDA y la Industria avícola negaron los
efectos en la salud humana y permitieron que aditivos, con fórmulas similares,
se siguieran comerciando. Este noviembre la FDA por fin admite las
repercusiones en la salud humana. Mientras que los distribuidores de los
productos buscan eliminar del mercado las marcas en Estados Unidos, se está
sopesando la posibilidad de seguir con las ventas en países que no hayan sido
regulados en la materia.
Piénsenle
bien antes de comprar alimentos de grandes marcas. Quizás el comercio con
pequeños distribuidores locales sea una opción más saludable.
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