Consecuencias de la vagancia
13 de Noviembre
— ¿A
poco no conoces Guanajuato?―pregunta mi interlocutor, al tiempo que abre los
ojos como platos de ensalada.
— Es
que no he tenido oportunidad. Si no son falta de ganas. En serio. — Trato de
excusarme, mientras bajo la mirada, en señal de pena, y me achico en la silla.
— Pero
¿es que tú vives debajo de una piedra? ―Cruza los brazos con franca molestia.
— No
es así, sólo que no tengo tiempo para viajes. — Para este momento, yo ya no
hallo qué hacer y el rubor asciende por mis mejillas.
— Es
que es mágico, una ciudad verdaderamente hermosa, pero mejor ni te digo, al
cabo que ni vas a saber de lo que te hablo. ― Dice con tono condescendiente. Parece
que le hablara a su mascota.
Y yo me quedo ahí, nomás sentada sin alegarle nada.
Con cara de vergüenza, como si fuera pecado u omisión no conocer una ciudad,
cual si te hubieran sacado de la selva y fueras medio analfabeta.
Este diálogo lo he tenido, a lo
largo de mi vida, varias veces y con diferentes personas. Pero, ¿qué creen?, el
fin de semana todos en la redacción de Zebrazul nos fuimos de vagos a
Guanajuato. En la carretera iba algo nerviosa: ¿qué tal si no era tan
maravillosa como me la habían platicado?, ¿podría o no ser sincera con los admiradores
de la ciudad?, es más, ¿estaría yo mal de mis facultades si la hallaba de mal
gusto? A medida que el carro iba buscando sitio para estacionarse, se me iba
abriendo cada vez más la boca. Ahí estaba, uno de los patrimonios de la
humanidad. Imponente.
Con
sus laberintos de callejones que suben y se bifurcan, para llevarte a fachadas
coloniales coloridas, pero que aún conservan la belleza natural de sus tiempos.
Túneles toscos, que dejan al descubierto el vientre de la montaña en la que
fueron perforados. Una delicia para los sentidos esta ciudad.
Como el
tiempo apremiaba, había que regresar a la realidad del lunes, no nos fue
posible recorrer todo lo que hubiéramos deseado, sin embargo, lo que vimos, no tiene
parangón. Conocimos el centro histórico, deseando perdernos; la imponente
Alhóndiga, llena de balazos a los costados; la escalinata de la Universidad de
Guanajuato, subimos sus 87 escalones de pirámide; el museo de las momias; nos
vimos una excelente película francesa (Dans
la maison), en el antiguo hospicio Jesuita; entramos al Museo Iconográfico
del Quijote. En el último sitio nuestra suerte no podría ser mejor, tenían una
exposición temporal de ilustraciones y bocetos de Salvador Dalí acerca del Quijote
y, citando a nuestro editor de imagen de esta revista, fueron: “los mejores
treinta pesos invertidos en toda mi vida.”
No los quiero aburrir describiéndoles las bellezas
de esta ciudad, porque toda palabra se quedaría corta. Por eso, tomamos
fotografías que queremos compartirles. Así, tal vez, no los agarren en curva
sus amigos, como a mí, por no haber ido a Guanajuato.
Las fotos:
Ni es colonial, ni está en el centro, pero ¿a poco
no es bonita?
Uno de los tantos callejones en donde nos perdimos
Vista de la Ciudad desde la escalinata de la Universidad (Sí, aunque no lo crean, subimos todos los escalones)
"La Albóndiga de Granadita"
Aquí la mano de nuestro editor de imagen,
chocándolas con Dalí.
Dedo señalando a la zebra, todos pendientes de
nosotros. (Serigrafía por Pedro Friedederg)
Y también fuimos a San Miguel De Allende, donde llegamos a una convención internacional de Woodys Allens.
Fotos de fachadas y una panadería, donde nos encontramos a un Woody Allen, pero no pudimos retratarlo, ni conseguir un protagónico para su siguiente película.
Un burro muy festivo, siendo observado por otro Woody Allen. Penélope Cruz, tienes competencia.
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