miércoles, 13 de noviembre de 2013

Consecuencias de la vagancia


Consecuencias de la vagancia

13 de Noviembre
    ¿A poco no conoces Guanajuato?―pregunta mi interlocutor, al tiempo que abre los ojos como platos de ensalada.
    Es que no he tenido oportunidad. Si no son falta de ganas. En serio. — Trato de excusarme, mientras bajo la mirada, en señal de pena, y me achico en la silla.
    Pero ¿es que tú vives debajo de una piedra? ―Cruza los brazos con franca molestia.
    No es así, sólo que no tengo tiempo para viajes. — Para este momento, yo ya no hallo qué hacer y el rubor asciende por mis mejillas.
    Es que es mágico, una ciudad verdaderamente hermosa, pero mejor ni te digo, al cabo que ni vas a saber de lo que te hablo. ― Dice con tono condescendiente. Parece que le hablara a su mascota.
Y yo me quedo ahí, nomás sentada sin alegarle nada. Con cara de vergüenza, como si fuera pecado u omisión no conocer una ciudad, cual si te hubieran sacado de la selva y fueras medio analfabeta.
Este diálogo lo he tenido, a lo largo de mi vida, varias veces y con diferentes personas. Pero, ¿qué creen?, el fin de semana todos en la redacción de Zebrazul nos fuimos de vagos a Guanajuato. En la carretera iba algo nerviosa: ¿qué tal si no era tan maravillosa como me la habían platicado?, ¿podría o no ser sincera con los admiradores de la ciudad?, es más, ¿estaría yo mal de mis facultades si la hallaba de mal gusto? A medida que el carro iba buscando sitio para estacionarse, se me iba abriendo cada vez más la boca. Ahí estaba, uno de los patrimonios de la humanidad. Imponente.
Con sus laberintos de callejones que suben y se bifurcan, para llevarte a fachadas coloniales coloridas, pero que aún conservan la belleza natural de sus tiempos. Túneles toscos, que dejan al descubierto el vientre de la montaña en la que fueron perforados. Una delicia para los sentidos esta ciudad.
 Como el tiempo apremiaba, había que regresar a la realidad del lunes, no nos fue posible recorrer todo lo que hubiéramos deseado, sin embargo, lo que vimos, no tiene parangón. Conocimos el centro histórico, deseando perdernos; la imponente Alhóndiga, llena de balazos a los costados; la escalinata de la Universidad de Guanajuato, subimos sus 87 escalones de pirámide; el museo de las momias; nos vimos una excelente película francesa (Dans la maison), en el antiguo hospicio Jesuita; entramos al Museo Iconográfico del Quijote. En el último sitio nuestra suerte no podría ser mejor, tenían una exposición temporal de ilustraciones y bocetos de Salvador Dalí acerca del Quijote y, citando a nuestro editor de imagen de esta revista, fueron: “los mejores treinta pesos invertidos en toda mi vida.”

No los quiero aburrir describiéndoles las bellezas de esta ciudad, porque toda palabra se quedaría corta. Por eso, tomamos fotografías que queremos compartirles. Así, tal vez, no los agarren en curva sus amigos, como a mí, por no haber ido a Guanajuato.

Las fotos:
Ni es colonial, ni está en el centro, pero ¿a poco no es bonita?



Uno de los tantos callejones en donde nos perdimos


 Vista de la Ciudad desde la escalinata de la Universidad (Sí, aunque no lo crean, subimos todos los escalones)


 "La Albóndiga de Granadita"

 Ilustraciones hechas por Dali para El Quijite

Aquí la mano de nuestro editor de imagen, chocándolas con Dalí.

Dedo señalando a la zebra, todos pendientes de nosotros. (Serigrafía por Pedro Friedederg)

Y también fuimos a San Miguel De Allende, donde llegamos a una convención internacional de Woodys Allens.




 Fotos de fachadas y una panadería, donde nos encontramos a un Woody Allen, pero no pudimos retratarlo, ni conseguir un protagónico para su siguiente película.



Un burro muy festivo, siendo observado por otro Woody Allen. Penélope Cruz, tienes competencia.


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