viernes, 15 de noviembre de 2013

12 maneras alternativas (estúpidas) de quitarte el frío.

Porque sería muy fácil decirte que no hay nada mejor que uv  n café caliente y buen libro para decirle adiós al frío, te presentamos:


12 maneras alternativas (estúpidas) de quitarte el frío.

Aunque no tenemos nada en contra del café y el buen libro, digo, nuestra oficina representa más del 40 por ciento de la ingesta de café nacional y el 15 del colombiano; en cuanto a la literatura, sobra decir que esta Zebra ha perdido más del 30 % de visibilidad por leer y no se arrepiente de ello. Pero, ¿qué sería la vida sin esos golpes de adrenalina? y peor aún, ¿qué sería de esta Zebra si no incitara a sus lectores a experimentar cosas nuevas, emocionantes y, en veces, un poco estúpidas de vez en cuándo?
Te presentamos (ya sin más rodeos, porque el tiempo apremia y mientras lees esta nota tus mocos se están convirtiendo en hielo, y dudo mucho de que conserves la movilidad en tus dedos si te entretenemos más) 12 maneras alternativas (estúpidas) de perder el frío:

12 maneras estúpidas de perder el frío (si quiere aumentar el nivel de dificultad, inténtelo mientras lee un buen libro y bebe una taza de café)

1.      Sal a la calle y ten sexo con el primer hippie que veas. (Ya sé que es muy típica esta opción para quitarte el frío), pero, si eres feo o un poco exótica, encontrarás la tarea casi como llegar a Mordor y destruir al anillo. Si lo encuentras fácil, aumenta la dificultad y conviértete en algo así como la Teresa de Calcuta del sexo, vete de misionero a Rusia y quítale el frío a cuanto vagabundo te encuentres.

2.      Únete al circo y conviértete en la antorcha humana. Piénsalo, viajando alrededor del mundo, sentado junto a la mujer barbuda y el hombre más pequeño del mundo. Puedes incendiar tu cuerpo y dejar que los niños se acerquen a ti para azar bombones y salchichas. ¡Qué planazo! ¿no crees?

3.      Roba un banco, pide billetes de baja denominación e incéndialos al estilo vagabundo de Nueva York. Inclusive, puedes improvisar en tu disfraz y, aparte del típico pasamontañas, puedes ir vestida de bailarina de ballet o de Joker, así, mínimo si te arrestan, consigues cobrar por que las personas se tomen fotos contigo.


4.      Pégate pepperoni encima y finge que eres una pizza. (en este punto, si gustas agregar eso de leer un buen libro y beber café, sería comiquísimo, porque, aparte de ser una pizza deliciosa, serías una pizza culta).


5.      Convence a tu pueblo de que eres bruja o hechicero y haz que te quemen en la hoguera. Incluso puedes viajar a Salem y hacer que te incendien a la manera tradicional, en leña negra y por un grupo de aldeanos conservadores y temerosos (las antorchas y trinchos se consiguen por separado).


6.      Roba un cohete ruso y viaja directo al sol. ¿Qué tan cerca? ustedes preguntarán, no lo sé, lo ideal, al menos para mí, es lo suficiente para sacar tus manos por la ventana y frotarlas. Esta es una opción genial, porque, además de conseguir un bronceado de envidia (con un poco de cáncer de piel), podrás visitar los estudios en donde Cuarón grabó Gravity.

7.      Regresa en el tiempo a la Inquisición y declárate hereje, gitano o hechicero o, por qué no, las tres a la vez. Aparte de por fin utilizar tu auto para algo valioso, podrás hacer turismo en las mazmorras y conocer a grandes mentes como la de Bruno y Galileo Galilei.

8.      Vístete de Santa y comienza a bajar por las chimeneas de tus vecinos. Esta opción, aparte de ser la más apropiada para las fechas, se presta como una interesante oportunidad para el automempleo, porque puedes visitar los centros comerciales y hacer que los niños se sienten en tu regazo por unas cuantas monedas.

9.      Disfrázate de cerillo y cuélate a un grupo de pirómanos anónimos. Simplemente, serás ¡la sensación!


10.  Sube hasta el cráter de un volcán y ofrécete cómo sacrificio humano. Desgraciadamente, gracias a la colonización y años de avance en derechos humanos, la hermosa tradición de sacrificio de vírgenes al pié del volcán se está perdiendo, así que esta opción te conectará más con tus raíces mexicanas y hasta puede que termines como un ícono de la defensa de los derechos indígenas en el país.
11.  Contrata a una Dominatrix-fetichista y haz que te quite el frío a base de golpes y cera encendida.

12.  Sigue los mapas de Julio Verne y llega hasta el centro de la tierra. Incluso puedes abrir ahí mismo un pequeño puesto de garnachas y ser el pionero en ventas ambulantes a altas temperaturas.



Bien, estas fueron nuestras 12 opciones para quitarte el frío, puedes intentar la que más te guste o todas a la vez. Y, como sabemos lo ansioso que estás por despedirte del frío, no te quitamos más tu tiempo. Sólo recuerda, cuando estés achicharrado, encarcelado o torturado, que fue la Zebra quien te dio la idea (aunque, para asuntos legales, nos deslindamos completamente de cualquier responsabilidad).

Cuento con finales alternativos



A mí me pasa que, en ocasiones, me enojo con los finales de algunos textos. Por eso, queremos que ustedes elijan entre las posibilidades que les sugerimos, si tienen otra opción cuéntennosla.


Actos fallidos


Imaginemos que nuestro protagonista ha decidido emprender un viaje (porque muchos personajes literarios se han obsesionado con hacerlo y, él, no es la excepción). No tiene idea de hacia dónde quiere ir, pero ha comprado un boleto para el próximo autobús que salga en 15 minutos. Lo único que sabe con certeza es que el lugar de donde parte lo ha corrido. Es consciente que las ciudades te echan cuando se les da la gana; simplemente te patean, gritan a mandíbula batiente que ese  no es tu espacio. Había sido expulsado ya dos veces con anterioridad. Una por enredos amorosos (tiene tendencia hacia las mujeres histéricas), la otra por pleitos con su casero (estrellarle la cabeza contra la pared no se considera diplomático). Pero en ninguna de aquellas ocasiones sintió la desolación que ahora le embargaba. Era como si un boquete se le alojara en el pecho, apenas dándole oportunidad para respirar.
Lo más extraño para él era descubrir que no tenía una razón lógica para empecinarse con aquella ciudad. No era que le gustara el trabajo o el cuartucho en el que dormía, ni siquiera tenía amigos (quién va querer a un sujeto con cerillas), ni ninguna muchacha le calentaba el camastro. Aún así, ahí estaba esa sensación de desamparo, de soledad sin cuartel, acompañada por la necesidad urgente de abandonarlo todo, subirse al camión y contemplar la quemazón de las casas.
Para la ocasión había elegido, cuidadosamente, el atuendo. Pantalones cargo verdes, de la primera vez que vio arder un edificio; botas todoterreno, regalo de la histérica; playera negra, salvada de los escombros de su hogar de infancia; sudadera azul, que sin saber se ponía cada vez que abandonaba algún sitio. No era que esto combinara, al contrario, lo hacía parecer salido de alguna tienda de beneficencia. Sin embargo, cada prenda representaba un momento particular de su vida (a lo que uno se aferra cuando se carece de todo).
Hacía pocos años se había modernizado en el arte de hacer arder las cosas, aunque no estaba convencido de que sus artefactos hicieran el trabajo que él, grandiosamente, había imaginado. La última vez sólo había logrado prender la torre de una antigua casona, alebrestando a los perros del vecindario, mientras que el estruendo de las ventanas rotas activó las alarmas de los carros en dos cuadras a la redonda. Fuera del escándalo que causó, no había sido tan impresionante. Esta ocasión se aseguró de colocar cinco dispositivos en cada edificio de su antiguo barrio, con el fin de incendiar el mayor número de propiedades y, de ser posible, cargarse a unos cuantos transeúntes.
Estaba seguro que hasta en los diarios internacionales hablarían de su fogata. Pese a lo optimista que se le presentaban las reseñas de los noticiarios, no lograba quitarse esa sensación de falta. Hasta le daban ganas de volverse a ver los cronómetros, no fuera a ser que no los hubiera sincronizado y se activaran a destiempo, sería el hazmerreír de los pirómanos del mundo. El tiempo apremiaba y el autobús partiría en un cuarto de hora, apenas los minutos suficientes para contemplar su obra y escapar seguro de las consecuencias.


Finales alternativos
a)      En un arrebato de redención nuestro protagonista sale de la camionera. Descubre que el desasosiego sólo se irá inmolándose en la pira que el encendió.
b)     Contempla su obra. Sube al autobús y se entera que el vacío era únicamente la antesala del clímax.
c)      Regresa corriendo a la zona previa al desastre. Se asegura de estar a una distancia prudente para observar cómo se incendia el aire y los fragmentos de roca vuelan. Al instante que oye el estruendo, el mundo se torna negro, un espeso líquido caliente brota de sus ojos, al tiempo que se derrama por las mejilla. El dolor es insoportable, pero pronto acabará.

Envíennos sus comentarios. Precisamos de su participación. Si encuentra más opciones cuéntennosla. Hagan de este cuento suyo.


jueves, 14 de noviembre de 2013

Subastan cuadros de Andy Warhol por 105 millones de dólares.

Subastan cuadros de Andy Warhol por 105 millones de dólares.

¿Y qué dijiste? Voy a vender mis fotografías, copias cutres del cuadro de Marilyn Monroe, hechas en Photoshop, ¿a ver si alguien te paga mínimo unos 300 pesos?

Fuente.ABC.es
14 de noviembre de 2013

Silver Car Crash, obra realizada por el pintor e ícono internacional del Pop Art Andy Warhol en 1963, fue vendida por 105,4 millones de dólares, en la subasta de arte contemporáneo de Sotheby´s de Nueva York. Convirtiéndola en la obra mejor vendida del autor.
El récord anterior le pertenecía a 200 One Dollar Bills, subastado por un precio de 43,8 millones de dólares. En la subasta de ayer, también se encontraban cuadros como Coca Cola, subastado por 51 millones de dólares y Mercedes Benz W 196 R- Grand Prix Car, por 11,5 millones de dólares.
El cuadro Silver Car Crash, es una serigrafía con spray sobre lienzo, y pertenece a la serie titulada Death and Disasters, situada en el reverso creativo del retrato de Liz Taylor, que también se subastó en la noche por 20 millones de dólares.

La subasta alcanzó, en su conjunto, un total de 150,5 millones de dólares en seis obras del pintor. 


Leer para escribir: Música para camaleones de Capote

Leer para escribir: Música para camaleones  de Capote




Zebrazul comparte el prefacio de Música para camaleones, de Truman Capote, exitoso escritor americano, autor de novelas como  A Sangre Fría y Breakfast At Tiffanys. En el prefacio, Capote explica su relación de amor-odio con la literatura, describiéndolo como un don entregado por Dios y un látigo para auto flagelarse.
En su escrito deja algunos consejos y enseñanzas para los nuevos escritores, que nos parecieron interesantes para nuestros lectores y colaboradores de la revista.




Prefacio



Mi vida, al menos como artista, puede proyectarse exactamente igual que la grafica de la temperatura: las altas y bajas, los ciclos claramente definidos.
Empecé a escribir cuando tenía ocho años: de improviso, sin inspirarme en ejemplo alguno. No conocía a nadie que escribiese y a poca gente que leyese. Pero el caso era que solo me interesaban cuatro cosas: leer libros, ir al cine, bailar zapateado y hacer dibujos. Entonces, un día comencé a escribir, sin saber que me habla encadenado de por vida a un noble pero implacable amo. Cuando Dios le entrega a uno un don, también le da un látigo; y el látigo es únicamente para autoflagelarse.
Pero, por supuesto, yo no lo sabía. Escribí relatos de aventuras, novelas de crímenes, comedias satíricas, cuentos que me habían referido antiguos esclavos y veteranos de la Guerra Civil. Al principio fue muy divertido. Dejé de serlo cuando averigüé la diferencia entre escribir bien y mal; y luego hice otro descubrimiento mas alarmante todavía: la diferencia entre escribir bien y el arte verdadero; es sutil, pero brutal. ¡Y, después de aquello, cayó el látigo!
Así como algunos jóvenes practican el piano o el violín cuatro o cinco horas diarias, igual me ejercitaba yo con mis plumas y papeles. Sin embargo, nunca discutí con nadie mi forma de escribir; si alguien me preguntaba lo que tramaba durante todas aquellas horas, yo le contestaba que hacia los deberes. En realidad, jamás hice los ejercicios del colegio. Mis tareas literarias me tenían enteramente ocupado: el aprendizaje en el altar de la técnica, de la destreza; las diabólicas complejidades de dividir los párrafos, la puntuación, el empleo del dialogo. Por no mencionar el plan general de conjunto, el amplio y exigente arco que va del comienzo al medio y al fin. Hay que aprender tanto, y de tantas fuentes: no solo de los libros, sino de la música, de la pintura y hasta de la simple observación de todos los días.
De hecho, los escritos mas interesantes que realice en aquella época consistieron en sencillas observaciones cotidianas que anotaba en mi diario. Extensas narraciones al pie de la letra de conversaciones que acertaba a oír con disimulo. Descripciones de algún vecino. Habladurías del barrio. Una suerte de informaciones, un estilo de «ver» y «oír» que mas tarde ejercerían verdadera influencia en mi, aunque entonces no fuera consciente de ello, porque todos mis escritos «serios», los textos que pulía y mecanografiaba escrupulosamente, eran mas o menos novelescos.
Al cumplir diecisiete años, era un escritor consumado. Si hubiese sido pianista, habría llegado el momento de mi primer concierto público. Según estaban las cosas, decidí que me encontraba dispuesto a publicar. Envié cuentos a los principales periódicos literarios trimestrales, así como a las revistas nacionales que en aquellos días publicaban lo mejor de la llamada ficción «de calidad» —Story, The New Yorker, Harper's Bazaar, Mademoiselle, Harper's, Atlantic Monthly—, y en tales publicaciones aparecieron puntualmente mis relatos.
Mas tarde, en 1948, publique una novela: Otras voces, otros ámbitos. Bien recibida por la crítica, fue un éxito de ventas y, asimismo, debido a una extraña fotografía del autor en la sobrecubierta, significó el inicio de cierta notoriedad que no ha disminuido a lo largo de todos estos años. En efecto, mucha gente atribuyo el éxito comercial de la novela a aquella fotografía. Otros desecharon el libro como si fuese una rara casualidad: «Es sorprendente que alguien tan joven pueda escribir tan bien.» ¿Sorprendente? ¡Sólo había estado escribiendo día tras día durante catorce anos! No obstante, la novela fue un satisfactorio remate al primer ciclo de mi formación.
Una novela corta, Desayuno en Tiffany's, concluyó el segundo ciclo en 1958. Durante los diez años intermedios, experimenté en casi todos los campos de la Literatura tratando de dominar un repertorio de formulas y de alcanzar un virtuosismo técnico tan fuerte y flexible como la red de un pescador. Desde luego, fracase en algunas de las áreas exploradas, pero es cierto que se aprende mas de un fracaso que de un triunfo. Se que aprendí, y mas tarde pude aplicar los nuevos conocimientos con gran provecho. En cualquier caso, durante aquella década de investigación escribí colecciones de relatos breves (A Tree of Night, A Christmas Memory), ensayos y descripciones (Local Color, Observations, la obra contenida en The Dogs Bark), comedias (The grass Harp, House of Flowers), guiones cinematográficos (Beat the Devil, The Innocents), y gran cantidad de reportajes objetivos, la mayor parte para The New Yorker.
En realidad, desde el punto de vista de mi destino creativo, la obra mas interesante que produje durante toda esa segunda fase apareció primero en The New Yorker, en una serie de artículos y, a continuación, en un libro titulado The Muses Are Heard. Trataba del primer intercambio cultural entre la URSS y los EE. UU.: un recorrido por Rusia llevado a cabo en 1955 por una compañía de negros americanos que representaba Porgy and Bess. Concebí toda la aventura como una breve «novela real» cómica: la primera.
Unos años antes, Lillian Ross había publicado Picture, su versión sobre la realización de una película, The Red Badge of Courage; con sus cortes rápidos, sus saltos hacia adelante y hacia atrás, también era como una película y, mientras la leía, me pregunte que habría pasado si la autora hubiese prescindido de su rígida disciplina lineal al recoger los hechos de modo estricto y hubiera manejado su material como si se tratara de ficción: ¿habría ganado el libro, o habría perdido? Decidí que, si se presentaba el tema apropiado, me gustaría intentarlo: Porgy and Bess y Rusia en lo mas crudo de su invierno parecía ser el tema adecuado.
The Muses Are Heard recibió excelentes criticas; incluso fuentes por lo general poco amistosas hacia mi se inclinaron a alabarlo. Sin embargo, no atrajo ninguna atención especial y las ventas fueron moderadas. Con todo, aquel libro fue un acontecimiento importante para mí: mientras lo escribía, me di cuenta de que podría haber encontrado justamente una solución para lo que siempre había sido mi mayor problema creativo.
Durante varios años me sentí cada vez mas atraído hacia el periodismo como forma artística en sí misma. Tenía dos razones. En primer lugar, no me parecía que hubiese ocurrido algo verdaderamente innovador en la literatura en prosa, ni en la literatura en general, desde la década de 1920; en segundo lugar, el periodismo como arte era un campo casi virgen, por la sencilla razón de que muy pocos artistas literarios han escrito alguna vez periodismo narrativo, y cuando lo han hecho, ha cobrado la forma de ensayos de viaje o de autobiografías. The Muses Are Heard me situó en una línea de pensamiento enteramente distinta: quería realizar una novela periodística, algo a gran escala que tuviera la credibilidad de los hechos, la inmediatez del cine, la hondura y libertad de la prosa, y la precisión de la poesía.
No fue hasta 1959 cuando algún misterioso instinto me orientó hacia el tema —un oscuro caso de asesinato en una apartada zona de Kansas—, y no fue hasta 1966 cuando pude publicar el resultado, A sangre fría.
En un cuento de Henry James, creo que The Middle Years, su personaje, un escritor en las sombras de la madurez, se lamenta: «Vivimos en la oscuridad, hacemos lo que podemos, el resto es la demencia del arte.» O palabras parecidas. En cualquier caso, mister James lo expone en toda la línea; nos está, diciendo la verdad. Y la parte mas negra de las sombras, la zona más demencial de la locura, es el riguroso juego que conlleva. Los escritores, cuando menos aquellos que corren auténticos riesgos, que están ansiosos por morder la bala y pasar la plancha de los piratas, tienen mucho en común con otra casta de hombres solitarios: los individuos que se ganan la vida jugando al billar y dando cartas. Mucha gente pensó que yo estaba loco por pasarme seis años vagando a través de las llanuras de Kansas; otros rechazaron de lleno mi concepción de la «novela real», declarándola indigna de un escritor «serio»; Norman Mailer la definió como un «fracaso de la imaginación», queriendo decir, supongo, que un novelista debería escribir acerca de algo imaginario en vez de algo real.
Si, fue como jugarse el resto al póquer; durante seis exasperantes arios estuve sin saber si tenía o no un libro. Fueron largos veranos y crudos inviernos, pero seguí dando cartas, jugando mi mano lo mejor que sabia. Luego resultó que tenia un libro. Varios críticos se quejaron de que «novela real» era un termino para llamar la atención, un truco publicitario, y que en lo que yo había hecho no figuraba nada nuevo ni original. Pero hubo otros que pensaron de modo diferente, otros escritores que comprendieron el valor de mi experimento y en seguida se dedicaron a emplearlo personalmente; y nadie con mayor rapidez que Norman Mailer, quien ganó un montón de dinero y de premios escribiendo «novelas reales» (The Armies of the Night, Of a Fire on the Moon, The Executioner's Song), aunque siempre ha tenido cuidado de no describirlas como «novelas reales». No importa; es un buen escritor y un tipo estupendo, y me resulta grato el haberle prestado algún pequeño servicio.
La línea en zigzag que traza mi fama como escritor ha alcanzado una altura satisfactoria, y ahí la dejo descansar antes de pasar al cuarto, y espero que último, ciclo. Durante cuatro arios, mas o menos de 1968 a 1972, pase la mayor parte del tiempo leyendo y seleccionando, reescribiendo, catalogando mis propias cartas y las cartas de otras personas, mis diarios y cuadernos de notas (que contienen narraciones detalladas de centenares de situaciones y conversaciones) de los arios de 1943 a 1965. Tenía intención de emplear mucho de ese material en un libro que planeaba desde hacia tiempo: una variante de la novela real. Titule el libro Answered Prayers, que es una cita de Santa Teresa, quien dijo: «Más lágrimas se derraman por las plegarias respondidas que por las no satisfechas.», En 1972 empecé a trabajar en ese libro escribiendo el último capítulo en primer lugar (siempre es bueno saber adónde va uno). Después, escribí el primer capitulo, «Unspoiled Monsters». Luego, el quinto, «A Severe Insulte for the Brain». A continuación, el séptimo, «La Cote Basque». Seguí de esa manera, escribiendo diferentes capítulos con el orden cambiado. Solo podía hacerlo porque la trama o, mejor dicho, las tramas eran reales, así como todos los personajes: no era difícil tenerlo todo en la cabeza, porque yo no había inventado nada. Y, sin embargo, Answered Prayers no esta pensada como un roman a clef ordinaria, una forma donde los hechos están disfrazados como ficción. Mi propósito es lo contrario: eliminar disfraces, no fabricarlos.
En 1975 y 1976, publique cuatro capítulos de ese libro en la revista Esquire. Provocaron la ira de ciertos círculos, donde pensaron que yo estaba traicionando confianzas, abusando de amigos y/o enemigos. No tengo intención de discutirlo; el tema incluye política social, no mérito artístico. Nada más diré que lo único que un escritor debe trabajar es la documentación que ha recogido como resultado de su propio esfuerzo y observación, y no puede negársele el derecho a emplearlo. Se puede condenar, pero no negar.
No obstante, deje de trabajar en Answered Prayers en septiembre de 1977, hecho que no tiene nada que ver con ninguna reacción pública a las partes ya publicadas del libro. La interrupción ocurrió porque yo me encontraba ante un tremendo montón de problemas: sufría una crisis creativa, y, al mismo tiempo, personal. Como la última no tenia relación, o muy poca, con la primera, solo es necesario aludir al caos creativo.
Ahora, a pesar de que fue un tormento, me alegro de que ocurriese; en el fondo, modificó enteramente mi concepción de la escritura, mi actitud hacia el arte y la vida y el equilibrio entre ambas cosas, y mi comprensión de la diferencia entre lo verdadero y lo que es realmente cierto.
Para empezar, creo que la mayoría de los escritores, incluso los mejores, son recargados. Yo prefiero escribir de menos. Sencilla, claramente, como un arroyo del campo. Pero note que mi escritura se estaba volviendo demasiado densa, que utilizaba tres páginas para llegar a resultados que debería alcanzar en un simple párrafo. Una y otra vez leí todo lo que había escrito de Answered Prayers, y empecé a tener dudas: no acerca del contenido, ni de mi enfoque, sino sobre la organización de la propia escritura. Volví a leer A sangre fría y tuve la misma impresión: había demasiados sectores en los que no escribía tan bien como podría hacerlo, en los que no descargaba todo el potencial. Con lentitud, pero con alarma creciente, leí cada palabra que había publicado, y decidí que nunca, ni una sola vez en mi vida de escritor, había explotado por completo toda la energía y todos los atractivos estéticos que encerraban los elementos del texto. Aun cuando era bueno, vi que jamás trabajaba con más de la mitad, a veces con solo un tercio, de las facultades que tenía a mi disposición. ¿Por que?
La respuesta, que se me reveló tras meses de meditación, era sencilla, pero no muy satisfactoria. En verdad, no hizo nada para disminuir mi depresión; de hecho, la aumentó. Porque la respuesta creaba un problema en apariencia insoluble, y si no podía resolverlo, más valdría que dejase de escribir. El problema era: ¿cómo puede un escritor combinar con éxito en una sola estructura —digamos el relato breve— todo lo que sabe acerca de todas las demás formas literarias? Pues esa era la razón por la que mi trabajo a menudo resultaba insuficientemente iluminado; había fuerza, pero al ajustarme a los procedimientos de la forma en que trabajaba, no utilizaba todo lo que sabia acerca de la escritura: todo lo que había aprendido de guiones cinematográficos, comedias, reportaje, poesía, relato breve, novela corta, novela. Un escritor debería tener todos sus colores y capacidades disponibles en la misma paleta para mezclarlos y, en casos apropiados, para aplicarlos simultáneamente. Pero ¿cómo?
Volví a Answered Prayers. Elimine un capitulo y volví a escribir otros dos. Una mejora; sin duda, una mejora. Pero lo cierto era que debía volver al parvulario. ¡Ya andaba metido otra vez en uno de aquellos desagradables juegos! Pero me anime; sentí que un sol invisible se levantaba por encima de mi. No obstante, mis primeros experimentos fueron torpes. Me encontraba realmente como un niño con una caja de lápices de colores.
Desde un punto de vista técnico, la mayor dificultad que tuve al escribir A sangre fría fue permanecer completamente al margen. Por lo común, el periodista tiene que emplearse a si mismo como personaje, como observador y testigo presencial, con el fin de mantener la credibilidad. Pero ere que, para el tono aparentemente distanciado de aquel libro, el autor debería estar ausente. Efectivamente, en todo el reportaje intente mantenerme tan encubierto como me fue posible.
Ahora, sin embargo, me situé a mí mismo en el centro de la escena, y de un modo severo y mínimo, reconstruí conversaciones triviales con personas corrientes: el administrador de mi casa, un masajista del gimnasio, un antiguo amigo del colegio, mi dentista. Tras escribir centenares de páginas acerca de esa sencilla clase de temas, terminé por desarrollar un estilo: había encontrado una estructura dentro de la cual podía integrar todo lo que sabía acerca del escribir.
Mas tarde, utilizando una versión modificada de ese procedimiento, escribí una novela real corta (Ataúdes tallados a mano) y una serie de relatos breves. El resultado es el presente volumen: Música para camaleones.

¿Y cómo afectó todo esto a mi otro trabajo en marcha, Answered Prayers? En forma muy considerable. Entretanto, aquí estoy en mi oscura demencia, absolutamente solo con mi baraja de naipes y, desde luego, con el látigo que Dios me dio.

Texto extraído de Música para Camaleones, de Truman Capote, 1980. 
Todos los derechos reservados a favor del autor.

Personajes de pinturas y sus celulares

¿Alguno de ustedes se ha preguntado por qué el grito grita? Si viviera en nuestros tiempos, la respuesta correcta sería la pantalla rota de su Iphone.

Personajes de pinturas y sus celulares


Te presentamos las ilustraciones del diseñador y artista coreano KIM DONG-KYU,  donde se incrustan los productos de la marca Apple en diferentes obras artísticas de Van Gogh,  Johannes Vermee, Picasso,  Jacques-Louis David, Diego Velázquez, entre otros.
A continuación te mostramos algunas de las ilustraciones:


‘The scream’
After ‘the scream’ by Edvard Munch, 1893


‘Luncheon’
After ‘the luncheon on the grass’ by Édouard Manet, 1862–1863


‘Don’t take the iPad in the bathroom’
After ‘the death of marat’ by Jacques-Louis David, 1793


Old man in sorrow'
After 'old man in sorrow' by Vincent Van Gogh, 1890



‘Her mirror’
After ‘rokeby venus’ by Diego Velázquez, 1647–51


La colección lleva por nombre ArtSmart y puedes verla completa en el siguiente link: http://artxsmart.tumblr.com/

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Trivia sin trivialidades


Trivia sin trivialidades
¡Grítale! Hazlo llorar y reír. Conviértelo en un histérico. Sedúcelo y átale las muñecas. Parece un discurso sádico. Es lo que debes hacer con tu lector cuando empiece a leer las primeras líneas de tu texto. Recuerda que la literatura es la entrada a dimensiones paralelas, que te harán experimentar otras vidas. La vida. El que lee busca ser provocado y transgredido. Si tu texto no lo logras, desde la primera línea, habrás fracasado.
Pon a prueba tu memoria lectora con estos principios de cuentos y novelas. Hemos escogido textos icónicos de la literatura. Si aciertas más de siete coméntanoslo, te felicitaremos por ser un buen lector; de lo contrario, ya sabes que libros tienes el deber de leer.
1.      Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo.
a)      Caín de José Saramago
b)      Pedro Páramo de Juan Rulfo
c)      Rayuela de Julio Cortázar

2.      Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo.
a)      Palinuro de México de Fernando del Paso
b)      Los Miserables de Víctor Hugo
c)      Cien años de soledad de Gabriel García Márquez
3.      La candente mañana de febrero en que Beatriz Viterbo murió, después de una imperiosa agonía que no se rebajó un solo instante ni al sentimentalismo ni al miedo…
a)      “El Aleph” de Jorge Luis Borges
b)      El Túnel de Ernesto Sabato
c)      Crimen y castigo Dostoievski

4.      BASTARÁ decir que soy Juan Pablo Castel, el pintor que mató a María Iribarne…
a)      Caín de José Saramago
b)      “El Aleph” de Jorge Luis Borges
c)      El Túnel de Ernesto Sabato

5.      Sí, pero quién nos curará del fuego sordo, del fuego sin color que corre al anochecer por la rue de la Huchette, saliendo de los portales carcomidos…
a)      Rayuela de Julio Cortázar
b)      Los Miserables de Víctor Hugo
c)      Palinuro de México de Fernando del Paso

6.      Cuando el señor, también conocido como dios, se dio cuenta de que a adán y eva, perfectos en todo lo que se mostraba a la vista…
a)      Rayuela de Julio Cortázar
b)      Caín de José Saramago
c)      Guerra y Paz de León Tolstoi
7.      La ciencia de la medicina fue un fantasma que habitó, toda la vida, en el corazón de Palinuro.
a)      Los miserables de Víctor Hugo
b)      Palinuro de México de Fernando del Paso
c)      “El Aleph” de Jorge Luis Borges

8.      En 1815, monseñor Charles-Francois-Bienvenu Myriel era obispo de Digne. Era un anciano de cerca de setenta y cinco años…
a)      Guerra y Paz de León Tolstoi
b)      Los Miserables de Víctor Hugo
c)      Crimen y castigo de Dostoievski

9.      Pues bien, príncipe, a partir de hoy, las fincas de Genes y Lucques son propiedad de la familia Buonaparte…
a)      Guerra y Paz de León Tolstoi
b)      Los Miserables de Víctor Hugo
c)      Rayuela de Julio Cortázar

10.  Una tarde extremadamente calurosa de principios de julio, un joven salió de la reducida habitación que tenía alquilada en la callejuela de S... y, con paso lento e indeciso, se dirigió al puente K... Había tenido la suerte de no encontrarse con su patrona en la escalera.
a)      Crimen y Castigo de Dostoievski
b)      El Túnel de Ernesto Sabato
c)      Cien años de soledad de Gabriel García Márquez

Espero que hayas tenido buena memoria. Hay unas que verdaderamente están facilísimas. Platícanos cómo te fue en la trivia.



Respuestas

1-b  2-c  3-a  4-c  5-a  6-b  7-b  8-b  9-a  10-a

Consecuencias de la vagancia


Consecuencias de la vagancia

13 de Noviembre
    ¿A poco no conoces Guanajuato?―pregunta mi interlocutor, al tiempo que abre los ojos como platos de ensalada.
    Es que no he tenido oportunidad. Si no son falta de ganas. En serio. — Trato de excusarme, mientras bajo la mirada, en señal de pena, y me achico en la silla.
    Pero ¿es que tú vives debajo de una piedra? ―Cruza los brazos con franca molestia.
    No es así, sólo que no tengo tiempo para viajes. — Para este momento, yo ya no hallo qué hacer y el rubor asciende por mis mejillas.
    Es que es mágico, una ciudad verdaderamente hermosa, pero mejor ni te digo, al cabo que ni vas a saber de lo que te hablo. ― Dice con tono condescendiente. Parece que le hablara a su mascota.
Y yo me quedo ahí, nomás sentada sin alegarle nada. Con cara de vergüenza, como si fuera pecado u omisión no conocer una ciudad, cual si te hubieran sacado de la selva y fueras medio analfabeta.
Este diálogo lo he tenido, a lo largo de mi vida, varias veces y con diferentes personas. Pero, ¿qué creen?, el fin de semana todos en la redacción de Zebrazul nos fuimos de vagos a Guanajuato. En la carretera iba algo nerviosa: ¿qué tal si no era tan maravillosa como me la habían platicado?, ¿podría o no ser sincera con los admiradores de la ciudad?, es más, ¿estaría yo mal de mis facultades si la hallaba de mal gusto? A medida que el carro iba buscando sitio para estacionarse, se me iba abriendo cada vez más la boca. Ahí estaba, uno de los patrimonios de la humanidad. Imponente.
Con sus laberintos de callejones que suben y se bifurcan, para llevarte a fachadas coloniales coloridas, pero que aún conservan la belleza natural de sus tiempos. Túneles toscos, que dejan al descubierto el vientre de la montaña en la que fueron perforados. Una delicia para los sentidos esta ciudad.
 Como el tiempo apremiaba, había que regresar a la realidad del lunes, no nos fue posible recorrer todo lo que hubiéramos deseado, sin embargo, lo que vimos, no tiene parangón. Conocimos el centro histórico, deseando perdernos; la imponente Alhóndiga, llena de balazos a los costados; la escalinata de la Universidad de Guanajuato, subimos sus 87 escalones de pirámide; el museo de las momias; nos vimos una excelente película francesa (Dans la maison), en el antiguo hospicio Jesuita; entramos al Museo Iconográfico del Quijote. En el último sitio nuestra suerte no podría ser mejor, tenían una exposición temporal de ilustraciones y bocetos de Salvador Dalí acerca del Quijote y, citando a nuestro editor de imagen de esta revista, fueron: “los mejores treinta pesos invertidos en toda mi vida.”

No los quiero aburrir describiéndoles las bellezas de esta ciudad, porque toda palabra se quedaría corta. Por eso, tomamos fotografías que queremos compartirles. Así, tal vez, no los agarren en curva sus amigos, como a mí, por no haber ido a Guanajuato.

Las fotos:
Ni es colonial, ni está en el centro, pero ¿a poco no es bonita?



Uno de los tantos callejones en donde nos perdimos


 Vista de la Ciudad desde la escalinata de la Universidad (Sí, aunque no lo crean, subimos todos los escalones)


 "La Albóndiga de Granadita"

 Ilustraciones hechas por Dali para El Quijite

Aquí la mano de nuestro editor de imagen, chocándolas con Dalí.

Dedo señalando a la zebra, todos pendientes de nosotros. (Serigrafía por Pedro Friedederg)

Y también fuimos a San Miguel De Allende, donde llegamos a una convención internacional de Woodys Allens.




 Fotos de fachadas y una panadería, donde nos encontramos a un Woody Allen, pero no pudimos retratarlo, ni conseguir un protagónico para su siguiente película.



Un burro muy festivo, siendo observado por otro Woody Allen. Penélope Cruz, tienes competencia.